El Fanzine es una extraña palabreja que le han puesto a esas revistillas autoeditadas que se hacen, de forma artesanal por uno o varios autores, totalmente desconocidos para el público, con tanta ansia de ser leídos, que son capaces de pagar por saber que alguien se ha tomado la molestia de echarles una fugaz mirada.
Los fanzines pueden ser de temáticas muy diversas, así como sus autores. Suelen tener muy poco envoltorio y bastante sustancia. Sus autores suelen ser gente anónima y entusiasta, que sienten la necesidad imperiosa de expresarse, sin importar a quien o a qué coste.
Su calidad ornamental suele ser muy pobre; normalmente un puñado de folios doblados por la mitad y grapados manualmente. No suelen ser impresos sino fotocopiados.
Y sus mismos autores suelen ser los encargados de fotocopiarlos, graparlos e intentar vender alguno.
Son pobres. Por este motivo alguien tuvo la magnífica idea de ponerles un mote, pues consideraron que estas publicaciones no merecían llamarse comics o revistas. Y sus autores, pensaron, no pueden llamarse escritores o dibujantes, pues creyeron que no tenían categoría suficiente. Por eso inventaron el nombrecito.
Los fanzineros son fácilmente reconocibles. En los salones del cómic suelen estar apiñados en el último rincón del local. Los más pudientes tienen una pequeña cabina al que los organizadores llaman stand. Y los más insolventes, los verás con una enorme bolsa al hombro y un puñado de ejemplares en la mano. Al principio, tratando de vender alguno. Para acabar, algunos regalándolos, tan solo para aliviar el enorme peso de la bolsa.
En fin, que si algún fanzinero me está leyendo, ánimo amigo. No eres el más rico ni famoso, pero eres el más auténtico.
Manolo.
Los fanzines pueden ser de temáticas muy diversas, así como sus autores. Suelen tener muy poco envoltorio y bastante sustancia. Sus autores suelen ser gente anónima y entusiasta, que sienten la necesidad imperiosa de expresarse, sin importar a quien o a qué coste.
Su calidad ornamental suele ser muy pobre; normalmente un puñado de folios doblados por la mitad y grapados manualmente. No suelen ser impresos sino fotocopiados.
Y sus mismos autores suelen ser los encargados de fotocopiarlos, graparlos e intentar vender alguno.
Son pobres. Por este motivo alguien tuvo la magnífica idea de ponerles un mote, pues consideraron que estas publicaciones no merecían llamarse comics o revistas. Y sus autores, pensaron, no pueden llamarse escritores o dibujantes, pues creyeron que no tenían categoría suficiente. Por eso inventaron el nombrecito.
Los fanzineros son fácilmente reconocibles. En los salones del cómic suelen estar apiñados en el último rincón del local. Los más pudientes tienen una pequeña cabina al que los organizadores llaman stand. Y los más insolventes, los verás con una enorme bolsa al hombro y un puñado de ejemplares en la mano. Al principio, tratando de vender alguno. Para acabar, algunos regalándolos, tan solo para aliviar el enorme peso de la bolsa.
En fin, que si algún fanzinero me está leyendo, ánimo amigo. No eres el más rico ni famoso, pero eres el más auténtico.
Manolo.