Cuantas veces hemos oído esta expresión cuando éramos jóvenes, y cuántas veces la habremos repetido nosotros mismos, ahora.
Resulta muy curioso que generación tras generación, creamos que nuestra juventud era mejor, o tenía mejores cualidades que la juventud de generaciones posteriores.
Quizá a la hora de criticar a la juventud de hoy, de la misma manera que criticaban la nuestra, deberíamos reflexionar un poco.
En primer lugar, porque en cada generación, la juventud tiene la educación que les hemos dado, los medios que les hemos proporcionado, el ambiente que nosotros hemos creado y el mundo tal y como nosotros lo hemos construido. Ellos no han hecho nada. La sociedad existente se la han encontrado ya así.
Y en segundo lugar porque tenemos poca memoria y no recordamos nuestra propia juventud. Y la forma en que nuestros mayores también criticaban nuestra forma de actuar.
No tenemos el menor reparo en asegurar que la mayoría fuma, bebe o toma alguna droga. Nos molestan cuando organizan botellones, o cuando el típico grupo de ultras la arman tras un partido de fútbol, por ejemplo.
Y lo más gracioso es que, posiblemente comentemos estas cosas, con un cigarrillo en la mano, o mientras nos tomamos la cervecita o la copita con la otra. Sin recordar de qué forma a nuestro hijo, cuando apenas podía andar, ya le habíamos comprado una camiseta de nuestro equipo de fútbol del alma, y luego le comíamos la cabeza inculcándoles lo asquerosos que eran los del equipo rival.
No son ellos, los jóvenes, los que ponen esos precios abusivos en los bares o pubs, obligándoles a irse a la calle. Ni tampoco son ellos los responsables de entrar en una crisis como la que estamos pasando, o de que la vivienda haya llegado a tener unos precios inalcanzables, o de que nos estemos cargando el planeta.
Es posible que ellos tengan más motivos que nosotros para decir:
“Estos mayores de hoy…”
MANOLO
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