domingo, 21 de junio de 2009

HEIDI, la serie.



Sé, perfectamente que es tan solo una versión de la famosa novela de Joana Spiri, pero apuesto y creo que gano, a que cuando oímos el nombre de este personaje, se nos viene a la cabeza la cancioncilla de los dibujos, y la pequeña niña columpiándose sobre las nubes.

También estoy casi seguro de que todos los que hemos visto esta serie de dibujos hemos dejado escapar una lagrimilla en más de un capítulo. Y es que no es para menos. Yo reconozco haber dejado escapar alguna lágrima, y confieso que aun hoy, se me pone un nudo en la garganta en algún que otro capítulo.

Recuerdo a mi familia pegada ante el televisor viendo la serie, tanto como yo, entonces pequeño.

Y es que la serie es una maravilla. Tiene las dosis justas de comedia, drama, ternura, aventura. Y tiene una carga positiva tan elevada que hace que te sientas bien mientras la ves, y después de verla.

Los personajes están maravillosamente retratados. Mi favorito es el abuelo, o el “viejo de los Alpes”. Pero es que Heidi es un ángel. Pedro, Clara, etc. Nadie es malo. Ni siquiera a la bruja de Rotenmeller llegas a odiarla del todo, porque, en el fondo, comprendes que realmente su obsesión es la superprotección de Clara, no importándole nada más.

Por supuesto, no quiero olvidarme de un personaje fundamental, sin el cual, la serie no sería la misma: Me refiero a Niebla, el enorme San Bernardo, que cuida de la casa.

Yo sé que en Suiza, Heidi es casi un símbolo, y que siempre ha sido conocida. También por el cine, que ha hecho varias versiones del personaje. Pero estaréis de acuerdo conmigo que la serie japonesa la lanzó al estrellato de tal forma que cuando pensamos en Heidi nos viene a la cabeza la imagen de la serie nipona y no, por ejemplo la de Shirley Temple.

Tan solo tiene una pega esta serie. Y es que tendría que haber tenido muchos más capítulos.

MANOLO